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Amaxofobia: Miedo a conducir, terror al volante

Amaxofobia: Miedo a conducir, terror al volante


“Es pensar en subirme al coche y me empiezan a sudar las manos y comienzo a temblar”.


La fobia a conducir afecta tanto a hombres como a mujeres de cualquier edad y sus causas son muy variadas. Desde accidentes de tráfico vividos, alguna experiencia cercana de alguien conocido, hasta noticias en la televisión… son múltiples los detonantes de que este temor excesivo e irracional se desate ante una situación al volante. De hecho, el miedo también puede surgir yendo de copiloto, antes de tener el carnet de conducir (por el respeto que genera esta situación nueva) o bien, aun siendo conductores veteranos, podemos cogerle miedo a conducir por alguna experiencia personal vivida.

Además, son múltiples los factores que agravan el temor a este tipo de situaciones: conducir bajo condiciones meteorológicas complicadas (como lloviendo, con niebla, con viento fuerte), por autovía donde el tráfico es mayor y a gran velocidad, de noche cuando la visibilidad es más reducida…

También puede surgir una enorme sensación de responsabilidad al volante si de nosotros depende la seguridad de los pasajeros, en especial si son niños pequeños o personas mayores.

Normalmente, alguien que sufre de amaxofobia experimenta numerosos síntomas muy variados: sudoración, temblores, mareos, náuseas, respiración agitada, taquicardias, pero también pensamientos negativos y exagerados sobre todo lo catastrófico que podría llegar a pasar… Toda esta sintomatología no hace más que agravar la situación porque aumenta el temor que experimentamos subidos a un coche y lo refuerza haciendo que perdure.

Pero ¿por qué se mantiene ese miedo tan intenso? Pues principalmente porque nuestra mente nos juega malas pasadas anticipándonos todo lo malo que puede ocurrir al volante y, al evitar conducir, no estamos dándonos la oportunidad de comprobar si realmente es tan horrorosa la experiencia al conducir. Como todos los miedos, se hacen grandes conforme los evitamos y huimos de ellos. Al enfrentarlos se van haciendo pequeños poco a poco hasta que desaparecen o se mantienen a raya y bajo nuestro control.

De modo que, armándonos de valor y al ritmo de cada uno y con la ayuda psicológica adecuada, la mejor manera de superar un temor es haciéndole frente hasta que ya no nos genere tanto respeto, y tengamos la sensación de que nosotros manejamos la situación y no la situación a nosotros.


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