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Ya no sé qué haría sin esta persona, no puedo vivir sin ella

Ya no sé qué haría sin esta persona, no puedo vivir sin ella


Frases como esta esconden detrás varios peligros para la persona que así las vive e incluso para la que mantiene una relación con ella, debido al nivel de autoexigencia, exigencia al otro y pérdida de la esencia personal que se puede producir.


Seguramente frases como las del título las hemos escuchado todos en nuestro entorno o incluso en algún momento ha salido de nosotros expresarlas. Otras como “ya he encontrado a mi media naranja”, “no le voy a dejar escapar”, “voy a cuidar a esta persona para que no me deje”, “hasta ahora no sé cómo he podido estar sin ella”… son pensamientos, afirmaciones y vivencias de personas que en ese momento no se imaginan ni contemplan que su relación de pareja pueda terminar.

Sin embargo, todas estas anteriores frases esconden detrás varios peligros para la persona que así las vive e incluso para la que mantiene una relación con ella, debido al nivel de autoexigencia, exigencia al otro y pérdida de la esencia personal que se puede producir.

Ante esas afirmaciones aparece el concepto de dependencia emocional, que se da cuando una necesidad de afecto que en un principio es básica de los seres humanos, se transforma en la acción y conductas desplegadas por la persona para satisfacer a la otra de manera desproporcionada, patológica, innecesaria, hecha desde el temor a perderla o desde el querer compensarla por algo y que acaba convirtiendo la relación sentimental en una relación asimétrica, en cuánto al rol que asume cada una de las personas que la forman. Esto también se puede dar en otro tipo de relaciones personales entre otros familiares, padres e hijos o entre amistades.

En las relaciones de pareja, en muchas ocasiones los mitos del amor romántico como la media naranja han contribuido a desarrollar esta dependencia emocional, ya que creer en ellos, supone poner en manos de otra persona el propio bienestar. Convicciones como “tú me complementas”, “eres todo lo que siempre soñé”, “sin ti no soy nada”, “quien te quiere te hará llorar”, “nadie me querrá como tú” o “el amor duele” se han considerado como lo normal cuando en realidad esconden peligros que ayudan a caer en la idealización de la otra persona, la pérdida de identidad, mantener una relación tóxica, necesidad de afecto o pánico a una ruptura. Hay autores que identifican las etapas de la adolescencia y juventud como el período crítico dónde la entrega incondicional a otra persona y la influencia de estos mitos pueden aumentar la probabilidad de caer en una relación de dependencia en la pareja.


¿Qué puede contribuir a causar la dependencia emocional?

Cuando existe dependencia emocional, la persona dependiente suele tener una necesidad afectiva extrema de pareja sentimental, necesita de alguien de la que depender y muestra un patrón persistente de necesidades emocionales insatisfechas que quiere que cubra la otra persona, aunque reclamando esta necesidad de una manera desadaptativa.  Entre las causas más comunes:

  • Baja autoestima: es el factor con mayor peso entre las personas con dependencia emocional. Se trata de una desvalorización hacia uno mismo de manera automática, una fuerte autocrítica que puede conllevar sentimientos de inferioridad y culpabilidad que resulta perjudicial para uno mismo y para la relación.
  • Miedo a la soledad: no sabe, no quiere o no desea estar solar y siente necesidad de estar acompañada en todo momento, por lo que la calidad de la compañía no es importante, aquí entra el “todo vale mientras estés junto a mí”, y las justificaciones para aguantar lo que sea, incluidos comportamientos o actitudes que no son compatibles con los propios.
  • Estado de ánimo inestable o negativo: puede ser habitual encontrar la dependencia emocional acompañada de estados de ansiedad y/ o depresivos. 


¿Qué señales de alerta hay que tener en cuenta para detectar una posible relación de dependencia emocional?

  • Miedo exagerado a la separación: no poder imaginar la vida sin esa persona. “No puedo vivir sin ti, se me dejas me muero”,… conllevan a pensar que no se va a poder ser feliz, disfrutar o avanzar sin la otra persona, por lo que constantemente la necesita, busca el vínculo con ella y la reclama. La otra persona reclama a su vez su espacio personal y al hacerlo, la persona dependiente lo vive como un desprecio, un  menosprecio, empieza a dudar de si la quiere y puede iniciar más conductas de reclamo que acaban agobiando a la otra parte.
  • Obsesión: se trata de un amor desproporcionado en el que necesita saber a todas horas dónde está, qué hace, le reclama muestras de amor y busca complacer continuamente a la otra persona.
  • Dependencia económica y doméstica: las personas con dependencia emocional suelen serlo también a otros niveles como el económico y tareas o exigencias domésticas.
  • Idealización: se asume que la pareja es la mejor que podría haber encontrado, no tiene ningún defecto, es perfecta y desde ahí, sobrevalora sus cualidades e infravalorará las suyas. Es entonces cuando se adquiere la asimetría en la pareja, se ve al otro como alguien superior al que cuidar para que no se marche “que suerte que tengo de que esté conmigo”. 
  • En el caso de los hombres, esta dependencia emocional se suele ver expresada de una manera más directa y agresiva, pudiendo demandar el afecto a la vez que menosprecia a la pareja. En el caso de las mujeres se suele ver expresada a través de la evitación, del autoengaño sobre lo que está ocurriendo, justificaciones y la negación de la realidad por tal de estar junto al otro. 


Ser dependiente conlleva querer llenar los propios vacíos y necesidades emocionales con otra persona, por lo que pasa a ser el centro de la propia vida y en consecuencia se convierte en un factor indispensable para ser feliz. 

Si quieres saber más, visita nuestro blog sobre las consecuencias que pueden aparecer ante una relación de dependencia emocional.

Si te sientes identificado o identificada y necesitas ayuda en Clínica Atenea te podemos ayudar.


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