Queridos Reyes Magos…
“Queridos Reyes Magos, he sido muy bueno, este año he hecho enfadar poco a mis papis. Prometo que sacaré mejores notas y haré caso a mamá cuando me mande hacer los deberes, y no haré enfadar a papá. Por favor, tráeme todos los regalos, o al menos dos, mis preferidos los he puesto de color rojo, de los que te he pedido, prometo que los compartiré con mi hermano y mis primos. Gracias”
Este fragmento es un trozo de carta que un niño de 8 años ha escrito a los Reyes Magos, a muchos papás os sonarán algunos de los retazos, ya que, todos los pequeños de la familia recuerdan que deben portarse bien durante el mes de Diciembre. Durante las Navidades, los niños ayudan más en casa, obedecen a sus padres, recogen su cuarto, hacen las tareas del colegio sin rechistar… Todo esto se lo debemos a los Reyes Magos, porque cada niño sabe que es observado por ellos, y que si no se porta bien le traerán carbón y se quedarán sin regalos.
Esta ilusión con la que los niños reciben las Fiestas de Navidad a todos los mayores se nos ha olvidado. Los adultos recordamos la crisis económica, a nuestros seres queridos que ya no están, la familia que no queremos pero debemos visitar… y se nos ha olvidado el espíritu navideño. La ilusión de recibir un detalle inesperado, la fantasía de pensar que alguien pueda traernos un regalo desde tan lejos, las pocas ganas de irnos a dormir el 5 de Enero, la preparación, con tanta ilusión, de la leche con galletas para los Reyes Magos y sus pajes… en una palabra, se nos ha olvidado disfrutar de estos pequeños momentos que la vida nos ofrece para ser felices.
Los niños viven la Navidad de una forma especial, sin prejuicios, sin malos pensamientos, simplemente dejan volar su imaginación hasta sitios insospechados. Todos estos sueños, sensaciones, deseos, felicidad, nervios, alegría… desaparece el día que nos damos cuenta que los Reyes son una invención, que todo el tiempo nuestros padres y familiares son quienes se encargaban de llenar nuestros corazones de fantasías, en este momento, nos sentimos tristes, engañados, desolados, y no encontramos consuelo en nada ni en nadie. Este momento, que todos hemos pasado, no debemos consentir que sea así, no debemos permitir que el niño pierda la sonrisa ni la ilusión de pensar que siempre puede haber un mundo mejor, que alguien se preocupa por hacer que ricos y pobres tengan un momento de felicidad, como adultos no podemos romper y deshacer el verdadero espíritu de la Navidad.
Cuando un niño descubra que lo que el pensaba y creía ciegamente era una ilusión, debemos hacerle ver que esa ilusión existe, que cada año que el ha esperado en el puerto la llegada de los Reyes Magos, ha preparado la leche con galletas, ha dejado su zapato frente al árbol, y no ha querido dormirse para poder ver la llegada de los Reyes y de los pajes, todo esto ha sido real, porque los verdaderos Reyes y protectores de los niños son sus padres y familiares, porque todos ellos se preocupaban de poder terminar antes el trabajo o de pedirse vacaciones para poder llevarlos a las cabalgatas, porque cada uno de ellos ha llorado y reído cuando ha visto la cara de ilusión de sus hijos, porque se han pasado la noche en vela esperando que su hijo durmiera para poder dejarle los regalos, porque todos ellos han disfrutado de este espíritu y de esta ilusión que desprende un niño con toda su inocencia. Por todo esto y mucho mas que queda en el tintero, no podemos ni debemos dejar que el niño se contagie del pensamiento adulto. Tenemos que continuar demostrando a nuestro hijo que todo es posible, que los sueños se pueden hacer realidad si uno cree en ellos, y que, pese a que los Reyes Magos son una ilusión, que esta felicidad no tiene porque morir, que podemos seguir compartiendo alegrías y deseos de mejora con todos aquellos que nos rodean.
Debemos contagiarnos de la inocencia y del espíritu de los niños. No podemos apagar a nuestro niño interior. Tenemos que sacarlo, obligarnos a correr por los montes, a saltar las olas, a jugar a futbol, a llorar de risa, a reír de felicidad… en una palabra, contagiémonos de nuestros hijos, sobrinos y nietos, disfrutemos de la vida, encontremos siempre el punto de bondad a cada acto, y saquemos la gota de positivismo de cada gesto, incluso, en las ocasiones que descubramos que los Reyes Magos no existen.